viernes, 4 de septiembre de 2015
EL MUNDO QUE HABITAMOS.
Vivimos
generalmente ensimismados, atentos a nuestros problemas y con tendencia a despreocuparnos
de la suerte de los demás. Pero las urgencias humanitarias que están sacudiendo
a Europa, después de años de inhibición respecto a conflictos como la guerra
civil en Siria, no admiten ya ningún tipo de desentendimiento. Es hora de
compromiso humanitario –siempre lo es, pero ahora en mayor medida-, convencidos
de que en la dignidad de cada ser humano está comprometida la dignidad de la
humanidad entera. Esa convicción está en la base de la Declaración Universal
de Derechos Humanos, y fundamenta el derecho de asilo para quienes sufren
persecución o grave riesgo para su vida en sus países de origen.
Como
Asociación, nunca hemos dejado de reflexionar cada 10 de diciembre sobre el
horizonte ético que nos sigue proponiendo la Declaración Universal
de Derechos Humanos, cuyos valores recoge plenamente nuestra Constitución y
cuya mejor defensa descansa en una fuerte ética pública, fraguada en el
reconocimiento de los derechos fundamentales de la persona y en el respeto a su
dignidad humana, con independencia de raza, sexo, religión o cualquier otra
condición personal. Cada ser humano es un fin en sí mismo, merecedor del máximo
respeto para los poderes públicos y para el resto de los seres humanos.
El
respeto a los otros –a su dignidad y los derechos que ésta conlleva- es una
condición imprescindible para la convivencia pacífica, pero hay circunstancias
en las que no basta el respeto, sino que se impone una solidaridad activa, hay
que pasar del respeto al apoyo y al compromiso, al esfuerzo personal y
colectivo para hacer frente a calamidades extraordinarias frente a las que no
podemos permanecer como meros espectadores, aunque el sufrimiento de los otros haya dejado
de sernos indiferente.
Cada
persona y cada entidad u organización de la sociedad civil, el conjunto de las
instituciones que integran la Unión Europea
y sus respectivos Estados, hemos de dar una respuesta a la realidad que venimos
contemplando desconcertados desde hace demasiado tiempo, en las aguas del
Mediterráneo y en las fronteras exteriores europeas, franqueadas por miles de
seres humanos que buscan en territorio europeo libertad, seguridad y condiciones
de vida dignas para ellos y para sus hijos. No podemos tolerar que el viaje a
Europa tenga un peaje de muerte y de dolor como el que tantas personas vienen
pagando, ni que sea un negocio lucrativo para mafias sin escrúpulos. ¿Dónde están
los barcos europeos para rescatar en tierra firme a los que huyen de la guerra,
evitándoles la extorsión de las mafias y el riesgo de naufragio en alta mar?
Es
hora de compromiso solidario –es momento de que descubramos que junto a la
libertad y la igualdad se sitúa la fraternidad, como valor moral y político de
nuestras sociedades, algo que no debemos desconocer y que hoy constituye el
valor que nos apremia a todos a actuar, que nos empuja a reconocernos en el
sufrimiento de otros seres humanos que viven en carne propia lo que vivieron
nuestro país y nuestro continente tantas veces en su pasado-, porque los
valores de Europa, los proclamados en los Tratados de la Unión Europea y en las
Constituciones de sus Estados, los que resumen lo mejor de su cultura y su
historia, nos obligan a servir de refugio a quienes demuestran tener más confianza
y esperanza en Europa que los que habitamos en ella.
Como
Asociación reflexionaremos sobre la necesidad de que nuestra actividad incluya
un compromiso permanente y activo en la defensa de los derechos humanos, pues
la defensa de los principios de la función pública serviría de poco si no fuéramos
sensibles a las prioridades humanitarias del mundo que habitamos, y en el que
convivimos con millones de seres a los que reconocemos como iguales.
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